Los rayos X atraviesan con relativa facilidad los músculos y otras partes blandas del cuerpo, pero les cuesta más penetrar en el tejido óseo, que es más duro. La diferencia en la cantidad de rayos X que atraviesan el cuerpo hace que las partes blandas y el tejido óseo se muestren con radio densidades diferentes en la radiografía. El esqueleto, por ejemplo, parece casi blanco, mientras que los órganos y los músculos presentan diferentes tonos de gris. En las zonas con mucho aire, gran parte de los rayos X atraviesan directamente el cuerpo, lo cual se traduce en zonas negras en la radiografía.
Una vez realizada la radiografía, no quedan rayos X en el paciente ni en la sala de exploración.